En honor a la verdad tengo que aceptar
que yo fui uno de los jóvenes que se dejo llevar por el carismático Hugo Chávez
Frías, que llamaba a Estados Unidos el "Imperio" y se autoproclamaba
como continuador de Simón Bolívar. Hoy algunos
analistas y biógrafos, entre ellos Carlos Blanco consideran que la revolución
chavista supuso "el empobrecimiento masivo de los venezolanos", con
"más desempleados en el país que nunca, más vulnerabilidad económica y
financiera, menos democracia y menos libertad", además de que no supuso,
como se esperaba, un avance en la protección de los derechos humanos. Hoy en nuestro país algunas personas están preocupadas
por pensar que Andrés Manuel López Obrador podría ser la versión mexicana de
Hugo Chávez basándose en algunas similitudes en su discurso como son: Castigo a
la élite política, debilitamiento de las instituciones, revocación de reformas
estructurales neoliberales y tintes autoritarios: “Sólo yo tengo la razón y,
por ende, la solución”. Antes de
postularse como candidato a la presidencia, Chávez ejecutó un golpe de estado
fallido por el que iría a prisión antes de ser finalmente indultado. El
proyecto económico chavista era socialista, es decir: arrebató al sector
empresarial el poder de sus propias ganancias, afectando la economía. El
nacionalismo de Chávez era Antiimperialista: su enemigo estaba fuera del país.
En cambio, AMLO fue Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal antes de
postularse como candidato a la presidencia, nunca ha estado en la cárcel. El proyecto alternativo de nación no plantea
regresar al Estado el control total de la economía, ni de nacionalizar ningún
segmento industrial ya privatizado. El
nacionalismo de AMLO ve a su enemigo en casa: en la clase política mexicana y
la corrupción. Para muchos preocupa que,
de llegar al poder, López Obrador pudiera causar una crisis económica derivada
del rompimiento de relaciones con el sector empresarial; sin embargo, la
evidencia que dejó como Jefe de Gobierno fue más bien la de un tipo pragmático
que trabajó de cerca con el sector privado para la restauración de varias zonas
de la ciudad y el desarrollo de vivienda.
Tal vez para muchos, es reprobable que AMLO diga que nadie debe meterse
con lo que pasa en Venezuela e inaceptable que insinúe que la oposición del
gobierno de Maduro debe ser ‘paciente’ y manejarse pacíficamente, pero esto es prueba
de que está a favor del diálogo. El discurso de AMLO en buena parte es político,
ya que muchos mexicanos de la base electoral de izquierda que hoy lo apoya están
a favor del chavismo. Su silencio, entonces, tendría más que ver con una
estrategia electoral que con una afinidad real con la dictadura bolivariana.
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